Country house

Country house es una tipología de palacio británico, la correspondiente a la aristocracia en un entorno rural. Su traducción literal al castellano como "casa de campo" es inexacta, ya que no se trata de una vivienda secundaria o vacacional, sino de la residencia principal de una familia importante, por lo general perteneciente a la nobleza. Hasta principios del siglo XX, los nobles europeos (y en especial los británicos) rehusaban residir de manera habitual en núcleos urbanos, entonces insalubres y masificados, por lo cual residían la mayor parte del año en sus mansiones rurales, y siguiendo un calendario anual acudían de vez en cuando a sus casas en la capital (llamadas en francés petit hôtel). La country house más bien puede asociarse al concepto Italiano de Villa, el gallego de pazo o al concepto francés de chateau.

En el ámbito de las country houses son especialmente destacables las propiedades construidas por la nobleza inglesa en la campiña de Gran Bretaña, durante el período de desarrollo y crecimiento del imperio británico (siglos XVIII y XIX). Estas casas son también denominadas estately home: son mansiones solariegas, vinculadas a un título hereditario y que generalmente se preservaban para su transmisión de padres a hijos.

Woburn Abbey, Bedfordshire; mansión de tipo country house propiedad del Duque de Bedford.

La country house es la culminación de una evolución que comenzó con los castillos medievales, se continuó en la mansión fortificada y derivó hacia un tipo de vivienda más amable, con ventanas más amplias y un mayor énfasis de su aspecto exterior. Generalmente estas mansiones modernas se inspiraban en estilos clásicos, de la antigua Roma, y más directamente de las villas palladianas del siglo XVI.

En sus comienzos las country houses eran la residencia de un propietario latifundista que obtenía sus ingresos a partir de explotaciones agrícolas y/o arrendamientos en sus terrenos. Por lo común, estos terratenientes contaban con títulos de la nobleza y eran próximos a la monarquía.

En el antiguo régimen las familias de la nobleza británica dedicaban no poco de su tiempo a la vida social, la cual requería cultivar una imagen pública y relaciones de alto nivel mediante lujosas fiestas, cacerías y demás diversiones para las cuales las mansiones debían contar con numerosos empleados e infraestructura apropiada: múltiples salones, jardines, caballerizas... El énfasis dado al protocolo y a la ostentación era tal, que los palacios de la alta aristocracia eran sometidos a carísimas reformas en previsión de una visita de la Familia Real que no siempre se hacía realidad.

Para poder solventar los costos de construir y mantener una country house amplia y con la sofisticación que requería la pertenencia a la aristocracia, era menester que la actividad económica del campo tuviera un volumen mínimo. Típicamente la propiedad debía contar con una superficie de por lo menos 4 km². Dado que la riqueza de los propietarios podía fluctuar entre el valor mínimo y unas cien veces el mínimo es que este hecho se refleja en el tamaño, comodidades y sofisticación de las casa de campo construidas.

El declive de las country houses británicas a finales del siglo XIX se produjo en paralelo al de su principal fuente de ingresos, las explotaciones agrarias, mayormente por dos razones: el advenimiento de la revolución industrial atrajo mucha mano de obra a las ciudades, despoblando aldeas y granjas; y una grave crisis afectó al sector agrario a partir de la década de 1870, debido a la competencia de cereales y demás productos importados del extranjero. Muchas mansiones fueron abandonadas y demolidas, reaprovechándose sus enseres y materiales para otros domicilios, y las restantes tuvieron que adaptarse a un nuevo contexto económico y social.

Otras actividades comerciales en el siglo XX, como las inversiones en bolsa y bienes inmobiliarios, fueron restando protagonismo a la actividad agrícola como condición necesaria para poseer una casa de campo; y con ello, el requerimiento sobre el tamaño de tierra necesario para mantener una propiedad. Pero los reveses económicos, y el cambio de los usos sociales, han ido dificultando el sostenimiento de mansiones tan grandes, que generan gastos anuales muy elevados. En el Reino Unido, muchas de las country houses se han ido desprendiendo de sus bienes más preciados, como obras de arte, y/o han recurrido a enfoques más modernos, explotando sus atractivos en el turismo y el alquiler de espacios.

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